"Eres mujer, pobre, negra y fea" dice el guión de la obra Lucha Reyes, sin decirte adiós. Aún así hizo escuchar su voz. Y pese a que esa historia está ambientada en 1973 todavía retumba en el 2018 con algunas variaciones: “eres mujer”. Por tanto, sigues sin poder elegir del todo, porque hombres y mujeres no somos iguales. Basta revisar nuestro consumo diario para darnos cuenta.
A la diferencia salarial entre hombres y mujeres por la misma actividad se une un fenómeno del que no estamos hablando: el ‘impuesto de género’. ¿A qué me refiero? Bueno, al precio más elevado de algunos productos femeninos comparado con la versión masculina.
Un poco de historia. En el 2015, la Oficina de Consumo de Nueva York publicó un informe que reveló que la tasa rosa obligaba a las consumidoras norteamericanas a pagar una media de 1.351 dólares al año por el simple hecho de ser mujeres. Es decir, las féminas pagaban más por un producto idéntico utilizado por un hombre. La diferencia es que venía con diseño color rosa.
En el 2017, en España, investigaciones del comparador de precios Idealo alertó de que las mujeres gastan hasta un 24% más que los hombres por las versiones femeninas de los mismos artículos. En otras palabras, la desigualdad también se encuentra en números concretos en tiendas y supermercados españoles.
¿Y en el Perú?
“No existe una investigación formal de campo debido a que no hay denuncia sobre el tema en los 22 años de Aspec. Tampoco prosperaría una porque, según como está estipulado el Código del Consumidor, no hay violación”, dice Crisólogo Cáceres, presidente de Aspec.
Para Sofía Carrillo, periodista afroperuana activista en derechos sexuales y reproductivos es claro: “El sistema social y económico es opresor, machista y sexista. Por eso, pese a tener un ingreso salarial menor en las mismas actividades que los hombres, las mujeres nos vemos obligadas a pagar más por obtener bienes y servicios”.
Con esa información fui al supermercado y encontré rasuradoras de hombre desde los 9.90 soles hasta lo que puedas pagar. Es decir, el hombre puede elegir la marca, el precio, el color y si prefiere ser barbón, porque su género se lo permite. Pero las mujeres deben tener 33.80 soles para comprar la cera depiladora suavizante. Pero si el presupuesto es menor, y como peluda no te puedes quedar, ¡que horror para la sociedad!, puedes usar rasuradora nomás. Claro el precio baja. No se emocionen. Cuesta 25 soles. ¿Por qué pagar tanto, si una rasuradora de hombre vale 9.90? Bueno, porque es rosa.
Los tintes de cabellos son otra historia. Bellas mujeres en la portada prometen sedosos cabellos, castaños, rubios y rojizos. Eso sí, no hay mujeres afro. Tampoco hombres, como si ellos no se tiñeran el cabello. Silencio. De eso no se habla.
En la farmacia encontré que son las mujeres las que realmente invierten en el control de la natalidad. Un ejemplo claro. Mientras una caja de anticonceptivos para un mes, marca Dixi-35, cuesta 23.40 soles, el condón más barato, marca Luvat Rings vale 1 sol. Hay que tener en cuenta que la caja de píldoras trae 21. Saque su cuenta.
Allí también, la dependienta me instruyó sobre las diferencias en los precios de las vitaminas que consumen mujeres y hombres.
Y para terminar, ingresé a la página web de una tienda por departamentos, a la sección juguetes.
47 soles de diferencia. ¿Sólo por el color rosa?
El Aspec de España, el Facua, afirmó que las rasuradoras de hombres y mujeres son exactamente iguales. Lo único que cambia es su color rosa o azul. Sin embargo, las que están destinadas a mujeres son hasta un 171% más caras que las de los hombres. La investigación de campo de Facua englobó siete marcas distintas en cuatro cadenas de supermercados: Lidl, Alcampo, Día y Carrefour.
Ya lo dijo Aspec, en el Perú no hay denuncias sobre el ‘impuesto de género’. Pero Carrillo menciona que “no es explícito. Las desigualdades ya existentes se acrecientan con este tema. Hay diferencias que evidencian que a las mujeres se nos vulnera mucho más de lo que se quiere ver. Nos pagan menos y nos cobran más. ¿Cuál es el resultado? Que la pobreza en este país siga teniendo predominantemente el rostro de mujer”.
Entonces, ¿cómo haríamos?
El presidente de Aspec señala “que los posibles argumentos de las empresas es que siguen su estructura de costes o que la diferencia de precios puede ser por la cantidad de material, inversión publicitaria, canales de distribución, etc.”.
Por su parte, Carrillo propone que el Poder Legislativo cree un proyecto de ley que regule desde el Estado para evitar la discriminación en las compras.
Tal vez deberíamos empezar por lo más obvio. Reconocer que existen desigualdades porque somos mujeres, pobres, negras y feas. Pero ojo, a diferencia de 1973 ahora somos más las que también tenemos voz.