Tenía 16 años, pero parecía de menos. No había desarrollado como mis amigas. El vestido que llevaba me hacía ver más niña, pero –qué diablos– hacía calor. Mis clases de inglés habían terminado y debía volver a casa. Tomé el bus de siempre. Cuando subí sentí cómo una mano intrusa bailaba por mis nalgas.  

El hombre subió con el afán de seguir manoseándome. Grité todos los insultos que una puede conocer a los dieciséis años. El hombre, que estaba sucio por dentro y por fuera, se fue al fondo del bus. Yo recuerdo que no dejaba de gritar y dos cuadras más allá tuvo que bajar. En el camino nadie dijo nada. Nadie intervino. Nadie preguntó si estaba bien. Sólo recuerdo a unas personas riéndose.

Ha pasado un resto de años y la situación no ha cambiado mucho. La coordinadora de proyectos de ciudades seguras para niñas de la ONG Plan Internacional Perú Selmira Carreón aseguró que en Carabayllo el 98% de adolescentes se siente acosada en el transporte público.

No es un juego. Un estudio de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) señala que en el 2016 el 74% de mujeres de 19 a 29 años fue víctima de acoso por desconocidos del sexo opuesto, entendida esta forma de violencia como la conducta física o verbal de naturaleza sexual realizada en contra de una persona, que en su mayoría son mujeres.

El Metropolitano cuenta con un protocolo para atender los casos de tocamientos indebidos y actos contra el pudor. Si la persona agraviada se encuentra en una estación, debe comunicar al personal de seguridad del Metropolitano.

Si el acoso sucede dentro de un bus, la víctima o testigo debe informar sobre lo ocurrido al conductor, quien se comunicará con el Centro de Control y Comunicación del Metropolitano y la oficina de seguridad. Con esto se da la orden para que el bus se detenga en la estación más cercana, donde lo esperará el personal de seguridad. Una vez detenido, el agresor es conducido a la comisaría.

¿Y de allí?

El 25 de marzo del 2015 se promulgó la Ley N°30314 para prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos, también llamado acoso sexual callejero. Es decir, conducta física o verbal de naturaleza o connotación sexual realizada por una o más personas en contra de otra u otras, quienes no desean o rechazan estas conductas por considerar que afectan su dignidad, sus derechos fundamentales como la libertad, la integridad y el libre tránsito, creando en ellas intimidación, hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo en los espacios públicos.

¿Pero funciona en la práctica? Ese es otro cantar.

Pero veamos otra iniciativa. La ONG Plan Internacional puso a disposición la plataforma digital Free to be, donde las personas pueden identificar los lugares de mayor incidencia de violencia. Esta herramienta busca hacer un mapa de las ciudades con los “puntos seguros” y “puntos inseguros”. Cualquier persona de manera anónima puede contar su experiencia. La idea es visibilizar el problema y que las autoridades tomen aciones al respecto con la información brindada por la ciudadanía.

¿Y las municipalidades?

De las 43, sólo doce en Lima Metropolitana cuentan con ordenanzas que sancionan el acoso sexual en espacios públicos. Estas, apenas reciben quejas, a pesar de que 9 de cada 10 mujeres ha sufrido de alguna modalidad de acoso sexual en las calles.

¿Y el Congreso?

Recordemos que en el 2017 Fuerza Popular derogó el Decreto Legislativo 1323, que agravaba las penas para los crímenes de odio y la violencia de género.

El documento planteaba nueve modificaciones en el Código Penal respecto a los delitos de feminicidio, discriminación y faltas contra la persona.

Escuchar los últimos días que la violencia contra la mujer se trata sólo de salud mental me trajo tales retorcijones que no me cansé de hablar del tema. Y aunque les canse debemos seguir hablándolo porque no se trata sólo de locos. Aquí los especialistas:

El doctor Yuri Cutipé, del Ministerio de Salud: La violencia está asociada a la enfermedad mental por lo que causa en las víctimas. Realmente las mujeres que sufren de violencia terminan afectadas en su salud mental y muchas veces para el resto de sus vidas. Y por lo tanto necesitan ayuda. Pero el origen de la violencia tiene que ver con otros factores. En el caso de la violencia contra las mujeres tiene que ver con la relacion de los hombres y las mujeres. No es casualidad que el 95% de mujeres de víctimas sean mujeres. Se trata de nuestras creencias machistas, y lo digo con cuidado porque aun se piensa que es una exageración. Y no es así.
Giovanny Rivera, médico psiquiatra y directora administrativa del Hospital Víctor Larco Herrera: La violencia contra la mujer lamentablemente es real, al margen de las voces que dicen que es un invento feminista. No hemos logrado como país desterrar esta cultura aún. ¿Qué tenemos que hacer? Identificarla. Hacerla consciente y combatirla. Incluso yo me he descubierto a veces en posiciones machistas tan arraigadas que parecen normales. Es un largo camino aún para erradicar la violencia pero si somos conscientes de su existencia, si la hacemos visible, será mucho más fácil luchar contra ella.

Solo en las últimas dos semanas la Defensoría del Pueblo recibió ocho casos de feminicidio y tentativa, cometidos en diferentes regiones del país. En lo que va del primer trimestre del 2018 se han registrado 32 feminicidios y 82 tentativas, cifras superiores a las del 2017.

Y seguimos diciendo que sólo se trata de salud mental. O seguimos diciendo que es tarea sólo de las intituciones pertinentes. Sí, es responsabilidad del Congreso no derogar leyes importantes. Sí, es tarea de todas las municipalidades tener ordenanzas contra el acoso. Sí, debe la policía retener a los acosadores para evitar que hagan daño. Pero ¿dónde estamos los ciudadanos? ¿Dónde están los padres que educan, los maestros que observan que algo no está bien, los hermanos que no sólo están para ser atendidos, los vecinos solidarios o simplemente los ciudadanos de a pie que puedan comerse el pleito denunciando un abuso para mejorar nuestra sociedad? Deberíamos empezar a cambiar nuestros propios actos.