“¿A ver, el tamaño de tu falda? Me preguntó la telefonista. Es que tienes alborotadas a las televidentes. Dicen que no pueden ver el programa con sus esposos porque entre los escotes de tus compañeras y tus minifaldas se alocan. Dicen que es una falta de respeto”. Lo tomé como broma y me fui. Pero quedó en mi cabeza dando vueltas.
Así que luego le pedí que hiciera un ranking de las llamadas de quejas de ese tipo. Realmente fue una sorpresa. En el rubro llamadas peculiares, las quejas de señoras por cómo se vestían las conductoras del canal lideraban la tabla junto al rubro de discriminación. Luego venían cambios de programación, los tiempos de las entrevistas, que no les contestaban las llamadas de consulta al aire. Eso ya no me pareció una broma.
Las críticas venían de mujeres hacia mujeres. No por el contenido de un programa, no por el manejo de una entrevista, no por una nota con información imprecisa. Eran críticas directas hacia mujeres profesionales que se habían atrevido a dejar los sastres, que servían antes para demostrar que también podíamos pensar en una entrevista como nuestros compañeros varones. Ahora no necesitamos un sastre para eso. Podemos demostrar nuestra solvencia profesional y nuestra feminidad al mismo tiempo.
Pero no. Los estereotipos que denigran al género femenino siguen vivos. Sobre todo en nuestros hogares. Es decir no sólo está presente la desigualdad que rige el día a día de muchas mujeres, la discriminación y la violencia sexual. También está presente la nula solidaridad entre mujeres. Y eso según las feministas, se rige debido a que vivimos en una sociedad que todavía sienta sus bases en un patriarcado.
¿Pero qué es el patriarcado?: Predominio o mayor autoridad del varón en una sociedad o grupo social. Ahora, ¿cuál es la preocupación?
Vamos despacito. La forma en cómo usted trata a su pareja en casa es la que sus hijos aprenden. Tanto el hombre aprende a respetar o en su defecto a degradar, y la mujer, a aceptar y ser sumisa o a hacerse respetar. El ejemplo es la mejor forma de enseñar y aportar con buenas conductas a acabar con el maltrato.
En declaraciones al diario Vanguardia, la psicóloga Paola Marcela Rodríguez mencionó “Somos el resultado de lo que nuestra familia hizo con nosotros, lo que recibimos de ellos, lo que vivimos con ellos, viéndolos, escuchándolos, repitiendo patrones,en conclusión lo que aprendimos desde pequeños”
Es decir, si sus hijas ven cómo critican a mujeres profesionales que eligen ser como son y aun así son criticadas por su forma de vestir antes que por su labor, ¿qué mensaje les estamos dando?
Mi curiosidad me llevó a seguir preguntando sobre el tema y sorprendentemente nadie quiso ser citado. “Es un tema delicado”, me dijeron. Pero un amigo biólogo me envió un artículo interesante de Journal og Experimental Social Psychology. Este indica que la razón de las críticas entre mujeres por su vestimenta se debe a lo que los biólogos llaman “eficacia biológica o reproductiva”. La idea es que si una mujer tiene más atractivo tendrá mas posibilidades de reproducirse y eso afecta a las demás. Por tanto, la competencia iniciará desacreditándola como buena madre. No hay culpables, sólo la búsqueda innata por reproducirse plantea el informe.
¿Por qué las mujeres optamos por la agresión indirecta?
Tracy Vaillancourt, autor del artículo Philosophical Transactions of the Royal Society B, señala: "Las mujeres compiten, y pueden competir muy fuertemente entre sí ... La forma que toma típicamente es agresión indirecta, ya que tiene un bajo costo: la persona (que hace el ataque) no sale lastimada físicamente".
Las mujeres hemos luchado juntas por obtener la igualdad de género en incontables aspectos, pero y ¿la protección entre nosotras para luchar por una misma causa?